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Memorias de un productor

Historia de un cafetal desde las memorias de un productor.

Cuando yo era chico, mi papá me enseñó a cultivar el café en las parcelas que habían pertenecido a mi abuelo, me contaba que esa parcela le había costado mucho trabajo en sostener, los cafetos llevan mucho cuidado, eso siempre me decía mi padre. Mi mamá se dedicaba a la siembra de maíz y a la venta de artesanías. Éramos tres hermanos y yo el mayor de ellos; apenas con mucho esfuerzo nuestros padres nos mandaron a la escuelita de la comunidad, teníamos que llegar caminando cargando en nuestro morral plátanos, un cuaderno y un lápiz, el tramo era de terracería y tardabas en llegar casi una hora. Cuando aprendimos lo básico, nuestro padre nos enseñó todo lo que debíamos saber del cafetal.

Conocí a mi esposa Gloria en el mercadito de la comunidad, ella vendía artesanías con su mamá, después de varias salidas al parque, me la robe y comenzamos a hacer nuestra familia. Nuestro primer hijo se llama como yo, Francisco, él me ayuda en los cafetales.

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Mi papá siempre me decía que el café necesita humedad, sombra y atención. Al comenzar la época de siembra, con mi papá preparabamos la tierra, la moviamos, limpiabamos y sembrabamos los cafetos para su crecimiento. Siempre procurabamos tener una tierra fértil por medio de la manera estratégica en que sembramos. Las matas de plátano son indispensables, pues le da sombra a los cafetos y a la tierra de su alrededor, ya que la mantiene con muchos minerales y vitaminas que a las plantas de cafeto le son muy útiles. Los cafetales siempre fueron cerca de los caudales de agua. Yo al principio no entendía porqué mi papá tenía sus parcelas cerca del río, pero después entendí que eso era bueno, los cafetales siempre se mantienen hidratados.

Después de algunos años, los cafetos crecían y llegaban a la madurez esperada, cuando eso sucedía comenzaban a dar frutos. Recuerdo mucho a mi padre, pues él era un experto en el tema del café, siempre me decía que las plantas del café son como nosotros, cuando llegan a una edad de madurez los frutos que dan son abundantes, mientras más vieja sea una mata de café, deja de dar muchos frutos, y cuando eso pasaba teníamos que darle una ayudadita. Yo era el encargado de podar algunas ramas de la planta para que ésta tuviera la necesidad de nacer una nueva rama con muchas bayas.

Normalmente al año teníamos dos épocas de recolección de granos, pues al año nuestros cafetales se vestían de bayas coloradas, rojas en su totalidad, aunque algunas mostraban un amarillo parecido al del mango, y las matas más chicas apenas mostraban bayas que seguían en su verde inmaduro. La recolección de los granos era y es mi parte favorita. Con un canasto desde temprano me aventuraba entre el paisaje del cafetal en temporada de madurez. Recogía los granos que más me gustaban, pues su aspecto denotaba mucha salud y buen grano. Después de la recolección, mi papá se encargaba del despulpado, pues es el momento en que se desnuda o se deja a la vista el grano amarillo, pero que para mí, se asemeja más al color de la madera tallada pero con una pulpa que lo cubre, aunque para eso sirve el lavado. Recuerdo que antes el despulpado lo hacíamos a mano, tardabamos algunos días en despulpar cada baya, ahora que enseño a mis hijos la producción del café, es más fácil, pues ya tenemos una máquina que nos ayuda a hacerlo, y vaya que nos ahorró mucho tiempo. Bueno, aún así para poder prepararnos una taza de café nos lleva un tiempo, pero ¡Ah que sabroso sabe!…

Continuará….Espera la segunda parte.

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