Llegada del café a América. Blogonovela del café.

Llegada del café a América

Misión cafeto en la historia de Mathieu de Clieu

Parte 5 de 7

Parte 1

Parte 5

Llegada del café a América – Dos días después; los marineros gritaban en la cubierta, De Clieu salió del camarote y subió a averiguar que pasaba. Atardecía, el viento soplaba fresco y el océano Atlántico se agitaba suavemente. Pero los marinos señalaban al cielo y se persignaban.
Sobre ellos, a veces escondidos entre nubes y otras veces por debajo de ellas, dos objetos circulares, como una estrella se movían lentamente en la misma dirección que ellos; algunos decían que habían aparecido en el cielo desde ayer y no los abandonaba.
Decían que eran ángeles, que era el Diablo; luego Gabriel vio algo curioso; increíble; cuando el último rayo de luz se hundió en el firmamento, las dos estrellas se elevaron rápidamente encima de la embarcación y desaparecieron.
Cuando Gabriel regresó al camarote, del cual rara vez salía, vio al portugués preguntón inclinado sobre su esqueje, un cuchillo en la mano derecha, a punto de sacar la planta de la maceta. El francés dio un grito y de dos zancadas estuvo al lado del hombre, la mano derecha en la empuñadura de su puñal militar.

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-¡¿Qué hace?! Monsieur ¡Retírese y aléjese de la planta!-le grito imperativo.

-¡Hey! ¡Cálmese! –Gritó a su vez el portugués- Creo que puede compartir parte del cafeto- sin moverse ni alejar las manos de la rama de la planta que ya tenía lista.

Pero De Clieu sabía que necesitaba ser el único con aquel tesoro, sino, el negocio no tendría éxito.

-Lo siento, el Rey no lo permitiría y yo tampoco-sentenció al tiempo que sacaba unos centímetros su puñal de la funda- Aléjese, deje la planta intacta.

-No te creo-respondió el portugués- el Rey no hubiese enviado a un solo guardia con este tesoro, ¡Yo quiero participar! – con un ademán rápido, el cuchillo cortó una rama del café de casi 20 centímetros.

Gabriel se puso furioso, sacó el puñal y se abalanzó contra el ladrón; pero aquel rápidamente se había tirado a un lado, la mano izquierda con la rama de café, la derecha con el cuchillo que ya apuntaba hacia la garganta del capitán de los dragones.

En el último segundo los reflejos militares del capitán surgieron, giro el cuello y la hoja del afilado cuchillo le rozó la frente; el brazo derecho de Mathieu con el puñal encontró el costado izquierdo del portugués, entró hasta la mitad, la hoja abrió las costillas, perforó el pulmón y con un empujón decidido del francés llegó al corazón. La sangre roja y oscura manaba por la herida, el lusitano cayendo al suelo, dio un último respiro largo y murió en los brazos del mosquetero. La lucha no había durado ni un minuto.

De Clieu, con calma, respirando hondo, retiró la rama del cafeto de la mano del muerto y rápidamente buscó colocarla en el sitio de donde había sido cortada; cortó tela de la camisa del ladrón y con ella amarró la rama cortada al tronco esperando que resistiera, lo hizo con calma, con amor, después de unos minutos y satisfecho con su arreglo, se puso a gritar el nombre del capitán.

El capitán del buque, un francés ya maduro, había visto suficientes peleas en su vida para saber que el que ganaba en una lucha uno a uno,  era de temer,

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así que ordenó retirar el cadáver y lanzarlo al mar. Total era común que la gente se perdiera en el océano, saltaban por la borda o una ola se los llevaba, nadie pediría explicaciones.

En la tarde del día siguiente, el Normandie pasaba a 10 millas de las islas de Cabo Verde; el vigía las vio frente a él y esa era la señal para enfilar a su destino final: el cruce del Atlántico hacia la Isla Martinica. Desgraciadamente no iban solos; un buque con bandera negra empezó a perseguirlos nada más verlos aparecer.

El capitán del barco dio el aviso de piratas, seguramente africanos de Marruecos que pululaban por esas aguas; la tripulación de 120 hombres se alistó para el combate, se prepararon los cañones, se limpiaron las armas y se les dotó de pólvora. Gabriel pensó en ofrecerse para la defensa, pero lo pensó mejor; podía suceder que alguien más intentara robarle su planta y entonces todo el sufrimiento pasado sería en vano.

 

Autor: Efraín Cortez

 

Gracias por leer Cómo llegó el café a América. – Blogonovela del café.

Sigue esta historia en el próximo post del martes.

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