Llegada del café en América. Blogonovela del café.

Misión cafeto en la historia de Mathieu de Clieu

Parte 1 de 7

Parte 1

¿Llegada del café en América?

La tarde comenzaba a caer en el pequeño pueblo de Cannes; El sol bajaba por el firmamento tiñendo de naranja el cielo, Las nubes escasas daban una visión muy bella, como un bello cuadro hecho a pinceladas por las manos de Dios. El grupo de jinetes avanzaba con cautela por el feo camino de tierra, llevaban tres días cabalgando sin tregua y sus uniformes rojos se veían apagados por el polvo del camino; pero ya estaban ahí, por fin arribaban a su destino y el sargento de Infantería Gabriel Mathieu de Clieu se encontraba contento; una leve sonrisa se dibujó bajo su bigote largo; debajo de la capa de polvo del camino, agradecía a Dios que el calor de la tarde diera paso a un vientecillo fresco que le despeinaba los largos cabellos rubios debajo del sombrero de ala ancha; le dio un leve toque a las ancas de su caballo negro y continuó dirigiendo a sus hombres.

Los lugareños vieron extrañados a los veinte jinetes; Mosqueteros del Rey Luis XIV, quienes con su pendón azul oscuro con una cruz dorada al centro y la blanca Bandera del Rey con el escudo azul oscuro y las tres flor de lys, representativas de la Casa Real en alto, se veían como un desfile impresionante.

En silencio y con disciplina el grupo avanzó por la calle principal del poblado, compuesto por grandes casas de madera y de piedra, con techos de teja de barro rojo; alineadas en una sola calle larga de tierra compactada que terminaba en una pequeña plaza, con dos árboles grandes al centro y un pozo; el viento barría la tierra y las hojas de la arboleda cercana; algunas de las casas contaban con ventanas en forma de arco, que Gabriel sólo había visto en territorios españoles.

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“Llegada del café en América”

El sargento Gabriel preguntó a un lugareño que salió de la primer casa que vieron por el encargado del puerto. Y el aldeano le dijo cómo encontrar una pequeña casa de madera pintada de blanco frente a la costa. Con las indicaciones pronto los veinte mosqueteros encontraron el sitio, el sargento dio la orden de desmontar y amarrar los caballos a la sombra ya que no encontró ningún establo cerca, tocó la puerta de la casa con fuerza y espero que acudiera abrir el encargado.

Un hombre gordo, visiblemente ebrio, con la camisa mal puesta que indicaba que se la acababa de echar encima, abrió la puerta de madera mientras parpadeaba al recibir la luz del sol que le daba directamente en la cara.
– ¿Quién diablos me molesta? Ya les he dicho que en la tarde no venga nadie.
Pero el gordo detuvo en seco su discurso al ver los uniformes militares del grupo de hombres. El sargento con el brazo derecho empujó al gordo encargado y entró resuelto a la casa del jefe de puerto; mientras se sacudía el polvo del camino de su blanco pantalón en el suelo de la estancia y con una fuerte voz se presentaba:
– Sargento Mathieu De los Dragones Negros De la Caballería De Su Majestad el Rey Sol; Señor jefe de puerto, Venimos en una misión especial del Rey, necesitamos quedarnos en su casa.- Decía el sargento mientras estudiaba con la mirada la descuidada oficina – ¿Tiene usted algún problema con eso, monsieur?
El hombre gordo apenas tragaba saliva y abría la boca como para decir algo; pero el sargento no espero respuesta; dirigiéndose a sus soldados, les ordenó que bajaran sus cosas y rodearán la casa preparándose a la espera.

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Todos obedecieron y salieron de la casa-oficina-cuartel rápidamente; ya sabían que hacer.
La noche cayó y refresco, El grupo de mosqueteros después de cenar se tumbó a dormir En el piso recién lavado de la oficina del jefe de puerto, quien prefirió irse a la casa de un amigo para dejar en completa libertad a la tropa.
Cuando el sol apenas levantaba en la mañana, un alférez de 20 años que había dejado Gabriel como vigía; en el techo de la casa empezó a gritar para llamar la atención:
– Barco a la vista! barco a la vista! – Gritaba ahora el muchacho.
Gabriel junto con los demás de la tropa salieron de la casa, Mientras algunos se colocaban corriendo las casacas rojas del uniforme; El sargento se dirigió autoritario al alférez:
– ¿Puedes ver las banderas? – Le gritaba.
– Si sargento, veo hasta arriba del mástil una bandera naranja, blanco y azul – Se colocó la mano derecha como visera sobre los ojos y agudizó la mirada- Abajo hay otro estandarte de fondo blanco Y veo dos leones enfrentados dentro de un escudo con unas espadas cruzando.- Explicó el muchacho.
– Excelente! – Es el buque que esperamos; Ya pronto nos iremos de aquí.
El sargento miró a todos sus hombres y les dio indicaciones rápidamente:
– Ese buque es del reino de Holanda, los leones son de la casa Orange nassau; tenemos órdenes de recibirlo y ayudarlos al desembarco, Preparen sus enseres. Los quiero listos en diez minutos.
El velero de tres palos; María, quedó anclado en la bella bahía natural de Cannes, dos pequeños botes bajaron del buque y empezaron a acercarse hacia ellos, el primero llevaba los estandartes en alto y a diez mosqueteros con el uniforme azul de la marina de los Países Bajos. Gabriel los espero en la orilla en posición de firmes.
Una vez que se presentaron ambos oficiales, se dieron las órdenes para ayudarlos a bajar varias cajas que venían en los botes, ya era mediodía cuando llegaron dos carretas enormes, jaladas por seis grandes caballos grises cada una.

Los hombres procedieron a cargar las carretas con las diversas cajas de varios tamaños que venían bajando del buque María.
Una delegación de cuatro nobles holandeses descendió también del barco, se le agregaron cuatro personas más entre ellos; un hombre de raza negra vestido con los colores naranja y azul representativos de la casa de Orange Nassau, que inmediatamente llamó la atención de Gabriel.
Casi cayendo la noche la caravana de las carretas y los mosqueteros junto con la delegación holandesa empezaron a avanzar.
Seis horas después llegaron al puerto de Marsella, y se hospedaron en el fuerte Militar de los dragones de Caballería en el lugar.

Llegada del café en América

Al otro día, después de haber alimentado a los animales y los hombres de haber desayunado carne de jabalí, pescado y pan, acompañado de té y vino, salieron del fuerte para continuar el largo camino a París; apenas eran las nueve de la mañana.
A Gabriel le llamó la atención que el joven africano, llevará una cubeta de agua a una de las carretas y poco después regresara con la misma apenas un poco mermada; esto le intrigo y no pudo evitar preguntarle que cosa transportaban que necesitaba agua.

-Es una planta –le contestó en perfecto francés el hombre que dijo llamarse Yangho – el Rey de Holanda se la envía de regalo a tu Rey, como parte de los Acuerdos de Paz y de buena voluntad entre los reinos; se llama “café”, en mi tierra lo llamamos “qawfa” y se usa para dar fuerza y vigor a los animales y a los guerreros; tiene buen sabor.
Abriendo la lona de la carreta para que el sargento pudiera ver aquello, Yangho le mostró una pequeña planta de no más de metro y medio; de grandes hojas verdes y pequeños frutos redondos verde pálido y rojos que estaban prácticamente pegados a las ramas.
Durante el trayecto, Gabriel y el africano platicaron largo sobre la forma de plantar, el tipo de clima y la forma de cosechar y procesar la semilla. Era el 21 de julio del año 1700.

Al día siguiente…

Autor: Efraín Cortez

Gracias por leer “Llegada del café en América”  Blogonovela del café.
Sigue esta historia en el próximo post del viernes.

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